jueves, 17 de octubre de 2013


Adulterio  y recasamiento (III)


     La palabra “adulterio” es muy fuerte cuando sale de la boca de Dios, es traición y maldad extrema que genera dolor en el ofendido.  La palabra griega usada para adulterio en la Biblia es mocheia y la que siempre la acompaña para diferenciarla es porneia que hace alusión a la fornicación.  La definición y diferencia de una de otra es para primariosos, pero se puede  redundar un poco.  El adulterio es un acto sexual que comete una persona casada, que tiene cónyuge, con otra que puede ser soltera pero que participaría en adulterio y fornicación a la vez; y la fornicación es el mismo acto pero entre personas solteras.  Son el mismo pecado sexual en diferentes circunstancias.

     El detalle en todo este asunto está en la palabra porneia  que es muy general, implica todo tipo de acto lascivo como masturbación, pornografía, incesto, sexo con animales, etc.  En contraste mocheia tiene un solo sentido.  Resulta que la realidad es tan compleja para muchos casos como el de aquel hermano cuya esposa se fue con otro, él es inocente de traición y ella se convierte en una adúltera. Para estos casos tildar de adúltero al ofendido es injusto.  Hoy eso es moneda común, muy frecuente ya que el sexo se está convirtiendo en algo rutinario y muchos cuyas conciencias están cauterizadas no logran discernir la diferencia entre lo bueno y lo malo.

    El pasaje tan controvertido es: “Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera” (San Mateo 19:9).  La palabra allí es porneia, y aparece solo en el evangelio de Mateo que fue escrito originalmente por coincidencia en arameo en contraste a los otros tres que fueron escritos directamente en griego, como dirigido a los judíos.  Tengamos en cuenta que no se trata de prohibir o ser legalistas sino de llegar a una interpretación clara de las Escrituras por amor a ella misma y obedecer al Señor por su palabra.  Este único versículo es la base para aquellos que abogan por un nuevo matrimonio para aquellos hermanos (o hermanas) que como el que cite anteriormente es traicionado. 

     Ni hablar de aquellos que se divorcian por cualquier causa que no sea traición de la fe conyugal, y se casan nuevamente, estos sí son definitivamente adúlteros.  La moda que viene de Estados Unidos y que empezó hace mucho tiempo es la de aparentar decencia, aun dentro de la iglesia, y por mutuo acuerdo divorciarse para luego volverse a casar.  Ese modernismo se quiere introducir a la iglesia evangélica en otros países para imponer caprichos de jóvenes y adultos que cansados de una mujer madura a quien ya usaron desean “renovar” su vida con otra pareja.

   Aplicando Mateo 19:9 entonces si una hermana sorprende a su esposo viendo pornografía  podría pedirle el divorcio, dejarlo y volverse a casar.  Así de fácil.  Para muchos es un refresquito carnal para buscar ocasión con ese cónyuge feo y gordo.  No es una buena interpretación, hay que ser más exhaustivo.  Hay más citas bíblicas que pueden aclarar las ideas: “La mujer casada está ligada por la ley al marido mientras éste vive; pero si muriere, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (I Corintios 7:39)  No se sabe si Pablo se refiere a alguna ley civil vigente en ese momento o a la ley mosaica pero en Romanos 7:2 repite estas mismas palabras y allí sí se refiere a la ley mosaica.

    Escribe Pablo: “Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera: pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de modo que si se uniere a otro marido, no será adúltera” (Romanos 7:3)  volviendo al Pablo de Corintios, hay una aseveración que viene de Dios: “Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer” (I Corintios 7:10-11).  Las referencias claras a este respecto son varias mientras que la que se presta a una doble interpretación es una y solitaria, la de S. Mateo 19:9.

    Dios es perfecto y su Santidad está inmersa en la Biblia, no es que conociendo la humanidad del hombre se volvió comprensivo ante sus debilidades, no, siempre se puede ver que espera lo mejor de sus hijos.  Lo esperó de Moisés, de Abraham, de David, de Job, de Sansón, de Samuel, etc. Perdonó sus debilidades y faltas, pero no las provocó ni las planeó.  Igual es con el matrimonio, la gente se une ante él y no creo que se casen para divorciarse, y Dios espera lo mejor de esa relación.  No prevé sacrificios para separaciones y adulterios porque no están dentro de su plan, puede perdonar sí pero las consecuencias del lío y todo el dolor que ocasiona será inevitable como a David o Sansón.

     Recordemos que el matrimonio es una concesión y no un mandamiento, si fuera un mandamiento Dios sería muy riguroso en todos los detalles pero eso no sucede y la responsabilidad recae en los futuros cónyuges.  De hecho Dios está en medio de donde es invocado y los matrimonios cristianos se convierten en un Pacto ante él que implica una promesa solemne y eso lo hace espiritual.  Los que quieren vivir en esa dimensión lo alcanzan, los cortos de vista se echan a perder en carnalidades que acaban en separaciones, divorcios y adulterios. 

    Ahora, la gran controversia es lo del nuevo casamiento, aun los más espirituales no se atreven a confirmarlo como algo permitido.  Hay casos y casos, pero los más lamentables son la de aquellos que se quedan solos luego de una traición conyugal.  Sin embargo, hay algo que poco se enseña en la iglesia y que debería ser primordial, y esa que somos gente llena del Espíritu Santo y eso no es solamente de fe muerta.  Wesley fue muy criticado por su efusividad en cuanto al “testimonio del Espíritu”, él venía de una fe anglicana y era un creyente fiel.  Cuando vio a los moravos se sorprendió de esa fe diferente, estos moravos eran algo así como los pentecostales de ese tiempo.  Yo nací pentecostal y sé lo que es eso, sentí la presencia del Espíritu Santo y esa unción es inconfundible.  Al ver la fe morava indagó y no descansó hasta encontrar esa fuente de poder, fue junto a sus amigos y su hermano Charles una noche de oración, lágrimas, gemidos, gritos y gozo en el Espíritu.  A partir de allí predicó “unción del Espíritu” y “el testimonio del Espíritu”, su texto preferido era: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).

    He allí una nueva dimensión de la fe, aunque fue así desde el principio es necesario restaurar a la iglesia hacia su fuente: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14).  No es una exageración, hoy sigue siendo como al principio, lo que sucede es que muchos se confunden relacionando esa unción con gritos, saltos y cosas semejantes cuando eso solo es expresión externa de lo que sucede dentro de nosotros que es lo más importante, el testimonio del Espíritu: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (s Juan 7:38).  Aunque es muy radical y muchos se sienten afectados por esta forma de predicar, hay que ser claros: Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”  (Romanos 8:9). 

    O somos o no somos de Cristo.  De allí partimos para analizar la situación de aquellos que sufren por la traición de su cónyuge.  Partimos del principio que hablamos de creyentes y no de inconversos. Los inconversos viven según sus leyes y caprichos, nosotros vivimos conforme al Espíritu.  El matrimonio no es un mandamiento, pero es una institución dada por Dios y los que nos acogemos a esa institución nos basamos en la Biblia.  La ruptura de esa unión no está en los planes de Dios, no es su voluntad y Dios no es cómplice de pecado nunca.  Si hay rupturas y traición no vienen de Dios sino del diablo, de la carne o del mundo.  Ninguna ruptura es espiritual o se basa en razones espirituales, siempre es algo indeseable.  Pero sucede.

    Los llamados recasamientos son figuras que se ajustan a  aquellos que han sido matrimoniados dentro de la iglesia, delante de un pastor u obispo y manifestando un pacto ante Dios.  Se acepta que hay casos muy difíciles en los que la razón humana no alcanza, hay hermanos muy amados que argumentando su incontinencia se han casado luego se haber sido traicionados por sus esposas creyentes y eso los hace víctimas de aislamiento en la iglesia al no poder asumir responsabilidades o cargos.  Es a ellos a quienes me dirijo y muy honestamente les digo que en lo particular me ajusto a lo bíblico o a lo que entiendo al respecto y podría citarles algo que dijo Pablo: “Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios” (Filipenses 3:15).